todo tiene un comienzo, un hallazgo

El 13 de abril de 1997 Internet llegó a mi casa. Quiero pensar que fue así para celebrar el cumpleaños de Samuel Beckett, pero lo cierto es que fue casualidad.

Mi amigo, el poeta Andrés Gómez Miranda, al ver mi falta de curiosidad por búsquedas y chats en la recién estrenada Red de Redes, me sugirió que me apuntara a un grupo de noticias: Por ejemplo, a ti que te gusta escribir, a news.humanidades.literatura. Y eso hice. Más de cien criaturas hablaban sin parar de libros que a mí no me decían nada. Propuse hablar de poesía, de autores españoles y, sobre todo, de historias donde nadie luchara por un anillo.

Aquello me entretuvo casi dos años. De allí aprendí a oler, en dos frases, si alguien era un troll o un ángelguardia. De allí conservo algunos amigos de esos que se llaman paratodalavida.

Todos teníamos un nick. Yo era faber2. Uno de esos amigos se hacía llamar "Purranki Sandongui" y vomitaba  lo que escribía en El potadero de Bleturge.

Bleturge, qué grande, pensé.

Bleturge, no me quedó claro, ¿era un estado de ánimo que lo convertía todo en solar abandonado o un solar abandonado que se convertía en hogar al ponerle nombre? ¿Era un abismo o lo convertía todo en abismo? ¿Un lugar de donde escapar o donde refugiarse? Lo que sí supe es que yo había estado allí muchas veces. Bleturge era mi casa.

En 2002 Purranki me dijo: Tudo vale.

En 2004 Purranki y yo nos vimos cara a cara. Después de varias cervezas y de hablar un rato sobre la entropía, dijo: Alguien debería escribir la novela de Bleturge.

Una casa en Bleturge empezó a  tomar forma en 2008, cuando creí encontrar mi voz en la voz de escritores nórdicos. La di por terminada en abril de 2016. Nada que ver con el viejo Sam: simplemente, en el bar "Muy" de Madrid, vi el anuncio del premio "Café Gijón" en el Babelia y la envié. Queramos o no, la casualidad nos guía.

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