Una chica me pregunta por dónde se sale. La acompaño hasta la parada de taxis. Está nerviosa. Viene a un congreso, no lleva equipaje. Aunque la cola es larga avanza muy deprisa. Normalmente prefiero el metro, pero la línea 1 está cerrada hasta noviembre.
Un taxista muy amable me lleva Paseo del Prado arriba.
-Esta noche se vuelve a casa.
-¿Cómo?
-No trae equipaje.
Habla de los viajeros, de que puede adivinar a qué se dedican o qué vienen a hacer a Madrid.
-Usted viene a una reunión de trabajo y se vuelve esta noche, ¿a que sí?
Sonrío como una boba, y en el momento de bajarme, le digo:
-Me han dado un premio, usted es el primero al que se lo cuento.
-Vaya, ¡enhorabuena!
-Gracias.
-Cruce por el semáforo, sería muy mal momento para que la atropellara un coche.
Doy una carrera, un coche me pita. Estoy en la puerta de Siruela. Salvada.
-Por todos mis compañeros y por mí primero -me entran ganas de decir al llamar al timbre.
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