El martes 6 de septiembre supimos que Diego Medina sigue siendo capaz de reunirnos. La exposición fue todo un éxito de público y de amor.
A la salida, Alejandro me pregunta cuándo se falla el premio al que me había presentado. Creo que el día 15, le dije, pero no te hagas ilusiones. No más de cuatro personas sabían que me había presentado. Alejandro se fue en su monopatín y nosotros a brindar por Diego.
Serían casi las once cuando vi que el móvil parpadeaba. Un móvil pastilla de jabón, sin cámara, sin internet y casi siempre sin cobertura ni saldo. Qué raro, tengo un montón de llamadas perdidas y de mensajes, dije en alto. Número desconocido. Pensé, cómo no, en alguna catástrofe. Pensé en el novio de mi hermana, desde Holanda, diciéndome que la habían ingresado por algo. Eso pensé. Y comencé a leer los mensajes en alto, en sentido contrario.
Cuando llegué al que decía "Le comunicamos que...", dicen los amigos que se me cambió la cara. A Alberto le dio un ataque de risa, pensando que quizá el último sms diría: "Si no responde en 10 segundos pierde el premio". Javier pidió más cervezas, Isa y Daniel me dieron besos. Paula ya estaba buscando en su móvil a qué hora salía el primer tren a Madrid.
-¡Pero llama! -todos.
-No tengo saldo. Ni batería. Además, igual es una broma.
-¡Llama! ¡Ten! -Paula me pasa su móvil.
Llamo, me preguntan si estaba en el cine, si es que no sabía que se fallaba hoy, y me pasa con Rosa Regàs.
-Alucina, que me pasan con Rosa Regàs -yo con cara de susto, retransmitiendo a los amigos.
Rosa Regàs me pregunta si estaba en el cine. Qué manía con el cine tienen en Madrid, pienso. Me explica que llevaban desde las ocho de la tarde reunidos, intentando dar conmigo, y la única posibilidad era que yo estuviera en el cine. Ah. Que habían hecho hasta apuestas. Vaya. Que disfrute mucho de este momento y que mañana a las nueve me quieren en Siruela.
-Alucina, que lo publica Siruela -si es que no me leí las bases.
Y bebimos. Y no bebas más que tienes que estar fresca, sólo una más, y cena algo, no me entra, y qué bien todo, sí, menudo lío, si yo sólo quería saber si eso que he escrito era una novela, y más risas.
Ya en casa, envío a la editorial un par de fotos y una sinopsis de la novela para el dossier. Me cepillo los dientes. Me miro al espejo, uff, veo algunas canas y decido teñirme el pelo. Son las dos de la madrugada.
A las cinco y media, Alberto me lleva a la estación. A las seis y veinte estoy en un tren, caminito de Madrid, pensando:
-Y ahora, ¿qué?
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