los secundarios ya están aquí


Me parecía imposible escribir una novela. Cuando di por terminado Una casa en Bleturge, y le llamaron novela, crecí dos centímetros. También se abrió el suelo bajo mis pies: ¿sería capaz de contar más historias?

Cada vez que he terminado un poema he sentido el vértigo de no saber si sería el último, si "vendrían" más. Con Bleturge fue peor. ¿Sería capaz de escribir otras 200 páginas, si todo lo cuento en tres frases? Y retomé una historia abandonada y, a paso de hormiga, di por terminado Diario del asco.

Durante los últimos días de escritura (más que de escritura, de tachar lo que sobraba), dos voces empezaron a charlar en mi cabeza. ¿Y estos quiénes son? Ni idea, pero empecé a apuntar todo lo que decían. Hablaban de sus cosas, de su vida, en el portal.

¿Qué estás escribiendo?, me preguntó Mario Guerrero con los ojos muy abiertos. Diálogos, le dije, hay dos personas hablando en el portal de su casa, solo eso. Yo leería un libro así, me dijo. Y me fui a casa ilusionada.

Al cabo de unos días supe quienes eran: Rubén y Amalia. Dos personajes secundarios de Diario del asco de los que solo sabíamos por boca de Mateo.

Me ha encantado contar sus vidas, saber cómo eran en realidad. Me lo he pasado pipa, como cuando de niña estrenaba caja de plastilina.

Si siempre he escrito para mí, con Los secundarios, más. Este libro no es más que eso, hurgar en sus vidas para saber quiénes eran. Dos años de placer modelando en plastilina a estos dos seres tan perdidos como lo estamos todos, todas y hasta "todes".