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desde el más allá

Hay lectores con tanta imaginación que me envían críticas desde otro mundo.
Qué suerte tengo. Gracias, Álvaro Gómez Pérez.

De: Italo Calvino (desde el "más acá")
Para: Álvaro Gómez ("acá")
Asunto: BLETURGE

Cuando entras por primera vez en la ciudad-casa de Bleturge todo parece engañosamente simple. Esta ciudad  se encuentra contenida en un descomunal CUBO en el que sólo se divisan, a lo lejos, un río y un prado silvestre repleto de bostas de vacas en el que  crecen vinagretas. Varios animales omnívoros (cerdos negros, gaviotas…) pululan junto al río, y en su orilla siempre  hay una fuente cuadrada pintada de azul, donde unos niños se hacen ahogadillas. La atmósfera es gris-oscura casi-negra.

Aunque los seis enormes cuadrados que limitan Bleturge son exactamente iguales, sus doce aristas están formadas por delgados alambres sinuosos y flácidos, que oscilan al menor empuje del viento, y que te hacen temer que en cualquier momento el techo y las paredes se desplomen sobre ti. Entonces entran en Bleturge sus habitantes-personajes, y de sus cabezas empiezan a salir líneas-pensamientos que apuntalan la ciudad-casa. Su propagación es como la de los rayos de luz, rectilínea y ultra-veloz, y cuando chocan con cada una de las caras del cubo rebotan y salen despedidas contra otra, hasta que, finalmente y por casualidad, inciden en alguno de los ocho vértices, por los que se disipan. Pero las trayectorias de todas las líneas-pensamientos dentro del cubo permanecen sólidas y sirven de estructura rigidizadora a sus caras.

Basta que tres habitantes-personajes ocupen su interior, para que la superposición de sus líneas-pensamientos forme una maraña casi impenetrable, en la que tan solo se puede identificar la procedencia de cada una por su color: azul-oscuro-casi-negro las que emite la mujer, verde-oscuro-casi-negro las de su marido y magenta-oscuro-casi-negro las de la hija de ambos. La telaraña se completa con otras líneas-pensamientos de color arco iris, que provienen de la "narradora-omnisciente", que las emite desde un vórtice ubicado en el centro de la cara superior del cubo. Conforme los días van transcurriendo, los espacios libres entre las líneas-pensamientos se van reduciendo, la atmósfera se hace casi irrespirable y la temperatura aumenta, hasta hacerte temer que el cubo llegue a explotar. En ese momento ya no hay vuelta atrás. Es la última llamada para abandonar Bleturge, y quien no lo hace queda allí atrapado para siempre-jamás. Los afortunados que obedecen la alarma huyen, sólo con lo puesto, en busca de la "Ciudad sin límites", la antípoda de Bleturge. Tras ese sobre-calentamiento final, las caras del cubo se cristalizan y  se "espejizan", reflejando a la velocidad de la luz toda la vida de sus habitantes en una fina capa húmeda de vapor, que paulatinamente se  condensa y evapora, conjuntamente con los propios espejos. El cubo, ya gaseoso, comienza a levantar el vuelo, cual ciudad-casa zepelín, en busca de un nuevo destino. Pero tanto la intrincada telaraña de líneas-pensamientos de sus últimos habitantes, como los propios habitantes que no la abandonaron a tiempo,  quedan "cuajados". Esa Bleturge ya es "tiempo cuajado", "tiempo múltiple" (con el permiso de mi compatriota Claudio Magris).

Tras una corta navegación, la ciudad-casa de Bleturge vuelve a aterrizar y a implantarse  en cuanto encuentra un terreno apropiado. Bastan un río (o un charco, o una lágrima), un prado silvestre repleto de bostas de vacas donde crezcan vinagretas y por el que pululen algunos animales omnívoros, y sobre todo, que siempre siempre en la orilla del río haya una fuente cuadrada pintada de azul, donde unos niños se hagan ahogadillas.