(Mil años atrás, una felicidad de infinito) |
Según mi abuela (y según el día), yo era reinamora o viejachica. Quizá por eso siempre comprendí el concepto "infinito" (por viejachica, no por reinamora). Lo que no me cabía en la cabeza era el término "infinito menos uno".
Cuando el pasado viernes me preguntaron qué siento al tener una primera novela publicada, me acordé de mi amigo el poeta Antonio Muñoz Quintana, de su voz de confesor, diciéndome: "Bono, escribe novela, Bono...".
Siento una alegría de risa floja que a veces se me escapa mientras sacudo el mantel o tiendo ropa. Eso siento, una alegría de sábanas al sol en un día nublado. Y pienso en que Antonio me falta para una alegría de sábanas al sol, una alegría de infinito. Infinito menos uno era esto: cuando te pasa algo muy bueno y tuamigo tuhermano tuamor, esa persona que confiaba más que tú en ti, no está contigo para alegrarse.
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