(La evolución de la especie Bono) |
No mentí cuando Juan Carlos Morales, en "El ojo crítico" de RNE, me preguntó qué libro me había influido más para querer ser escritora. En menos de 30 segundos me vino una imagen:
-¿A dónde vamos?
-Al circo, al zoo, al campo.
El libro Juguemos con los Picotes de Ana María Pelegrín siempre fue mi libro favorito, aquel libro disparó sin retroceso mi imaginación. Después vendrían La tía Tula para encogerme el corazón, Sábato para darme la mano y ayudarme a bajar a mi semisótano particular, Henry Miller para abrirme los ojos y las piernas, y Samuel Beckett. Con Beckett acabó cierta inocencia, supongo.
Es posible que mis dos frases favoritas de toda la historia de la Literatura sean: "Al circo, al zoo, al campo"; y esta otra que resume a la perfección lo que es escribir y con la que termina Molloy: "Entonces entré en casa y escribí, es medianoche. La lluvia azota los cristales. No era medianoche. No llovía."
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